La paradoja de Sinaloa; cayeron los homicidios
La entidad ha reducido el porcentaje de personas en pobreza
La detención de uno de los presuntos cabecillas más relevantes del llamado Cártel del Pacífico o Cártel de Sinaloa obliga a reflexionar en torno a la tesis central de la estrategia de seguridad del gobierno federal, a saber que es la pobreza lo que genera y detona la violencia y la criminalidad. En ese sentido, es pertinente mostrar el conjunto de indicadores sociales que caracterizan a la entidad, y particularmente del municipio de Culiacán.
LOS DATOS ESTATALES
De acuerdo con los datos del Inegi, recabados en el Censo de Población y Vivienda, 2020, el estado de Sinaloa tenía en ese año un total de 3.026 millones de habitantes. De ellos, 1.003 millones habitaba en el municipio de Culiacán, es decir, prácticamente la tercera parte de la población estatal. En orden de magnitud, le siguen los municipios de Mazatlán, con 501,441 habitantes; Ahome, con 459,310; y Guasave, con 289,370. En conjunto, estos cuatro municipios concentran 2.25 millones de habitantes, es decir, el 74.4% de la población total del estado.
Por su parte, de acuerdo con los datos del Coneval, Sinaloa fue uno de los muy pocos estados donde se logró reducir el porcentaje de personas en pobreza entre los años 2018 y 2020, al haber pasado de 31% a 28.1% en el periodo, lo cual va en sentido contrario de la tendencia nacional.
EL ESCENARIO MUNICIPAL
Considerando sólo los municipios más densamente poblados, destaca que el municipio de Culiacán registra una muy importante reducción del porcentaje de población en pobreza entre los años 2010 al 2020. En efecto, en el primero de esos años, el porcentaje de personas en esa condición fue de 31.2%, en el año 2015, el indicador se redujo a 24.9%; mientras que en 2020 descendió a 23 por ciento.
Por su parte, el municipio de Mazatlán reportó un nivel de 28% de población en pobreza en 2010; de 26.8%, en 2015, y de 20.9%, en 2020. Para Ahome, los datos son de 33.8%, en 2010; de 31.5%, en 2015, y de 27.7%, en 2020; finalmente, en Guasave, los datos son de 40.9%, en 2010; de 41.5%, en 2015, y de 35%, en 2020.
De acuerdo con las notas periodísticas que reportaron la crisis que se vivió en el llamado Culiacanazo 2.0, estos fueron precisamente los municipios donde se dieron las mayores movilizaciones del crimen organizado. Sin embargo, si la pobreza se ha reducido en ellos de manera significativa, ¿qué es lo que explicaría el poderío criminal exhibido en esos territorios?
¿UNA PAX NARCA?
De acuerdo con los datos de Incidencia Delictiva del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la tasa de homicidios dolosos en el estado de Sinaloa ha registrado un descenso significativo de 2018 a la fecha. En efecto, en ese año se ubicó en 34.53 víctimas por cada 100 mil habitantes; para 2019 bajó a 28.62; en 2020 se ubicó en 24.64; en 2021 fue de 18.86; mientras que hasta noviembre de 2022 había llegado a 13.72, tasa 3.5 veces menos a la registrada, por ejemplo, en su vecino estado de Sonora.
Como se observa, los datos obligan a una revisión crítica sobre las tesis que sustentan a las estrategias de seguridad, pues lo que salta a la vista es un conjunto muy importante de paradojas que es urgente resolver.
LA POBREZA DETONA LA VIOLENCIA Y LA DELINCUENCIA
De acuerdo con los datos oficiales, los estados con mayores tasas de homicidio doloso no son necesariamente los que tienen mayores tasas de pobreza. Entre las 11 entidades con los peores indicadores de violencia, sólo Guerrero es uno de los tres más pobres en el país. Entre esas entidades, la más notable relación territorial es que seis de ellos están en las costas del Océano Pacífico (Colima, Baja California, Sonora, Michoacán, Guerrero y Jalisco). Y de las 14 entidades con tasas similares o superiores a la media nacional, tres (Oaxaca, Guerrero y Quintana Roo) se ubican en el sureste del país; cuatro de ellas forman parte de la frontera con los EU (Baja California, Chihuahua, Sonora y Nuevo León); y cuatro están localizadas en el Bajío-Occidente de México (Guanajuato, Michoacán, Jalisco y Colima). Evidentemente hace falta mucho por explicar adecuadamente para generar las soluciones que urgen.
¿UN NARCO-DESARROLLO?
Resulta de especial interés observar que los municipios con mayor número de eventos violentos asociados al crimen organizado en los últimos años, y sobre todo en coyunturas de crisis en Sinaloa, son aquellos donde se han registrado importantes reducciones en los porcentajes de personas en pobreza. ¿Cómo explicar entonces que en estos municipios, teniendo los niveles de reducción de pobreza que se han registrado en los últimos diez años, el narco tenga tal nivel de arraigo y base social? Estamos ante el riesgo de que se esté generando un modelo de desarrollo, en el que hay una convivencia e interrelación cada vez más visible entre la economía formal y la economía criminal.